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La idea central de esta filosofía es la creencia absoluta de que el niño puede desarrollar mejor sus capacidades y valores en la medida en la que el ambiente social en el que se desarrolle sea apto para su aprendizaje.
Para ello se requieren al menos tres elementos esenciales:
La filosofía está comprometida con la participación activa de los alumnos en el proceso de conocer y aprender. Si los alumnos se desarrollan activamente, el resultado serán individuos reflexivos, analíticos, activos y participativos en su contexto social.
Los espacios o ambientes en Montessori son de los niños y están adaptados a las necesidades de ellos. Proporcionan materiales que abarcan el aprendizaje de diferentes ámbitos, como son: vida práctica, sensorial, lenguaje, matemáticas, historia, geografía, etc. Estos materiales están ordenados y tienen una secuencia lógica intrínseca que prepara al niño tanto para el aprendizaje actual, como para el aprendizaje futuro.
Todo lo que el niño aprende el día de hoy le sirve para mañana. Cada material que utiliza, lo prepara indirectamente al material que utilizará en el futuro. Aprende de manera práctica y sensorial a temprana edad, lo que serían complejas fórmulas matemáticas que se requerirán a avanzada edad infantil en la dinámica escolar.
Los materiales, además, están diseñados para que el niño logre trabajar con él y resolverlo: eso le da constantes momentos de éxito, lo cual aumenta su autoestima y su deseo de aprender más.
Lo importante de la educación es el ser de cada niño. La educación ha de proporcionarles una formación que les permita conformar su propia identidad. Para ello se hace necesario potenciar actitudes y valores que configuren y modelen las ideas, los sentimientos y las actuaciones de los niños. Los valores ayudan a crecer y hacen posible el desarrollo armonioso de todas las cualidades del ser humano.
El amor y los valores se transmiten con la actitud y el ejemplo más que con palabras.
Se hace necesario aprender, porque los valores nos acompañan toda la vida.
Aprender a saber cómo es uno mismo, qué significan los propios sentimientos, cómo hacerse entender y cómo entender a los otros.
Aprender a escuchar, a estar disponible, a ser tolerante, a jugar con los demás, a trabajar, a ganar y perder, a tomar decisiones…
Las primeras edades son fundamentales para el desarrollo de actitudes de relación interpersonal. Es necesario desarrollar en ellos una serie de habilidades que hagan emerger las capacidades de seguridad, autoestima y autonomía, permitiendo que se formen plenamente como personas.
Cuatro valores clave
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